El cerebro tiene mecanismos de defensa que purgan el exceso de información. Nadie sabe cómo funciona y nos ayudan a superar el dolor que provocan los malos momentos, recuerdos o experiencias. Pero claro, esto también se aplica a los buenos recuerdos; que por muy escondidos que estén también pasan por esa purga habitual que hace nuestra mente para poder avanzar y seguir almacenando nuevas experiencias.
He olvidado muchos recuerdos aunque no lo parezca. Recueros que me unen a ti, buenos y malos, pero para lo que no tengo que hacer un esfuerzo es para recordar lo especial de ese momento en el que mi alma quedo atrapada a la tuya para siempre: tu mirada.
Porque hay tantas miradas como personas (o puñetazos!), graciosas, anodinas, ausentes, tímidas… pero no olvidaré esa mirada que mostraba un atisbo de lo que se escondía dentro de tu alma: rabia, dolor, desafío y seguridad. Jamás vi tal mezcla de sentimientos en una mirada y quería más. Quería saber cómo esta persona captaba y fijaba mi atención como nadie ha hecho nunca, como ninguna mujer me ha hecho sentir jamás.
20 años han pasado desde entonces y ahora puedo confesar en la intimidad que me dan estas líneas que nada ha cambiado. Sigo cayendo rendido al brillo de tu mirada, a lo que transmites sin hablar, a lo que tus ojos me gritan en silencio.
20 años que se han llenado y vaciado de recuerdos una y otra vez, recuerdos en los que la única constante eres tu. Porque en mi mente ya hay más recuerdos contigo que sin ti. Porque aunque olvidamos cosas, se queda un poso, una pátina que impregna mi alma de ti, y eso me gusta.
Ninguno de los dos hace 20 años imaginó que hoy sería nuestra vida, así que imagina lo que pasará dentro de otros 20. Espero y deseo que sigamos cumpliendo lo que canta esa canción de Sabina.
«Yo no quiero juntar para mañana, no me pidas llegar a fin de mes; yo no quiero comerme una manzana dos veces por semana sin ganas de comer. «
Si de algo puedo presumir hoy por hoy es de dos cosas muy simples: soy capaz de hacerte llorar y soy capaz de hacerte reir. Y de eso no puede presumir nadie, en cualquier sentido. Y por eso te doy las gracias, por dejarme llegar de esas dos maneras a tu alma.
Gracias por hacerme eterno a través de los ojos de nuestros hijos, por hacerme mejor persona desde que estoy contigo, por llenar de momentos únicos los rincones de mi mente, por llenar mi alma con trozos de la tuya, por dejarme desnudar mis miedos frente a ti, por no juzgarme, por enjuagar mis lágrimas, por escucharme, por alentarme, por frenarme, por serenarme. Por todo, gracias.
Que 20 años no son nada y en la luz de tu mirada 20 más volveré a pasar.
ps – Esa foto robada hace tantos años a tu mirada, de lejos y a traición, refleja y resume lo que aquí explico, por eso es una de mis fotos favoritas.